domingo, 10 de abril de 2011

Ai Weiwei entre el mercado, la política y la libertad


Esta fotografía la tomamos el pasado mes de enero en la sala de turbinas de la Tate Modern londinense. Es la célebre instalación de pipas de girasol (Sunflower Seeds) de Ai Weiwei, el más célebre artista chino contemporáneo, arrestado hace ya ocho días por la policía de su país cuando iba a coger un avión para volar a Hong Kong. Aunque la comunidad artística internacional clama por su liberación, el Gobierno chino se niega a dar explicaciones o aduce, perversamente, que se le investiga por delitos económicos.

Si viviéramos en China, este blog estaría hoy vigilado por los servicios secretos o, directamente, censurado, sólo por citar su nombre. Asumimos que el periodista está en todas las dianas de los gobiernos dictatoriales pero en Pekín, como en Teherán, la caza de brujas se ensaña con los creadores, desde artistas conceptuales como Weiwei (muy influido por Duchamp y el minimalismo americano) a cineastas como Jafar Panahi.

La poética de Ai, contestataria, radical y tributaria de la tradición artesanal china, nunca ha dejado de tender puentes entre Oriente y Occidente. Salvo su diseño para el Olímpico de Pekín que proyectaron Herzog & de Meuron, la mayor parte de su obra consta de performances, videoinstalaciones y otros lenguajes con los que el gran público no está muy familiarizado. Pero su mensaje siempre ha estado muy claro y, entre esas ideas, prima la defensa de la libertad individual. Cada una de sus semillas de girasol era distinta de las demás.

Cuando llegamos a Londres el pasado 19 de enero, nos hacía ilusión caminar sobre esos millones de pipas esculpidas en porcelana por miles de artesanos chinos y hasta llevarnos a casa alguna de ellas, como habían hecho ya tantos visitantes. Pero cuando nos acercamos a la inmensa lámina de color negro un guardia de seguridad nos impidó tocarlas o acariciarlas, mucho menos pisarlas. El área estaba ahora acordonada para "garantizar la seguridad del público" y, aunque nos explicaron que la pintura usada en la instalación era tóxica y contenía plomo, todos pensamos que el motivo era económico. Es la paradoja del arte actual: concebido para interactuar con el espectador, se convierte de nuevo en objeto de adoración, inaccesible a las masas y sujeto a las leyes del mercado en cuanto tiene el menor éxito. Unas semanas después, una "edición limitada" de estas pipas se vendía en Sotheby's alcanzando cifras desorbitadas. Tal vez ese día, la nueva potencia económica mundial descubrió que no podía perder de vista al ciudadano Weiwei.

1 comentario:

  1. Sería una buena idea que, cuando acabe la exposición, la tienda de la Tate Modern vendiera en bolsitas de plástico las pipas de WeiWei a precios de kiosko de chuches. Eso sí, advirtiendo del material de que están hechas porque si no los dentistas se van a forrar.

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