Piero della Francesca, Giotto, Perugino, Andrea del Sarto, Giulio Romano... son algunos de mis pintores favoritos de todas las épocas. Poder admirar sus murales y lienzos en Arezzo, Roma, Mantua o Florencia ha sido un motivo de felicidad renovada a lo largo de estos años. Por fin tengo en mis manos una sobresaliente edición de las “Vidas” de Vasari, el pintor, arquitecto y orfebre que a mediados del siglo XVI dedicó gran parte de sus esfuerzos a retratar a los artistas italianos, desde Cimabue a Miguel Ángel. Son semblanzas pródigas en leyendas, en mitos y fabulaciones, como aquellas biografías de mártires que circulaban en los catecismos de nuestra infancia. Pero constituyen, a la vez, una apasionada defensa de la entidad del artista como actor principal en la nueva sociedad del Renacimiento y el Manierismo frente al papel anónimo que tuvo en los gremios medievales.
Las “Vidas” de Vasari equivalían, siglos atrás, a un libro de cabecera para todos los amantes del arte pero en las últimas décadas estos textos pasaron a ser mucho más citados que leídos, como ocurre también con el “Tratado de la pintura” de Leonardo da Vinci. Ahora, quinientos años después del nacimiento del autor (Arezzo, 1511- Florencia 1574) merece la pena descubrir sus virtudes y defectos con la lectura que Cátedra ha preparado, la versión más completa y cuidada de cuantas existen en castellano.
Hoy lo contaba así en [Diario de Sevilla. 06-04-2011]
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