lunes, 1 de marzo de 2010

Disparos de arte joven y cantes antiguos

Antes de verla bailar por primera vez ya había enlazado el nombre de Rafaela Carrasco a calificativos espléndidos que comenzaban por la letra v: vanguardista, valiente, virtuosa, veraz. Algunos de mis mejores amigos habían trabajado para ella en calidad de ayudantes de iluminación, escenógrafas o maquilladoras. Me hablaban de una bailaora vital, llena de energía y talento, una joven de su tiempo que dominaba extraordinariamente la técnica corporal y el vocabulario escénico. Una sevillana guapa trasplantada a Madrid que era siempre amable en el trato y franca en sus opiniones artísticas.

Cuando por fin la conocí y pude entrevistarla estaba de luto. Vestía una camiseta blanca y unos vaqueros desgastados pero su corazón se oscurecía de duelo. Su maestro acababa de fallecer y ella no dejaba de señalarle como el gran mentor de aquella energía suya, de aquel talento para mover con elegancia las piezas en el cada día más complicado tablero de la coreografía flamenca.

El espectáculo con el que Rafaela Carrasco regresa al Teatro Villamarta el próximo viernes 5 de marzo (“Vamos al tiroteo, versiones de un tiempo pasado”) es uno de los mejores homenajes que se le han hecho jamás a Mario Maya aunque fuera concebido en vida de ese gran revolucionario del baile. Sus lecciones recorren este montaje en el que Rafaela cede continuamente su protagonismo para mayor gloria del cuerpo de baile, cuatro hombres que recrean en sus cuerpos muchos de los asuntos que le preocupaban a Lorca, así los expresara con alegría o dolor: la amistad, la maternidad, la condición homosexual o el desarraigo de aquellas moritas que iban a coger olivas en Jaén.

Tuve la fortuna de acudir al estreno sevillano de “Vamos al tiroteo” junto a mis dos guías flamencos: Fermín Lobatón y Rosalía Gómez. Mientras otros se perdían en las anécdotas, en si era apropiado o no vestir a los hombres con bata de cola, en si Rafaela bailaba mucho o poco, ellos se concentraban en lo esencial apelando a esa épica del trabajo en equipo cada día más inusual. Pudimos asistir, con la banda sonora de aquellas doce “Canciones populares españolas” de Lorca y La Argentinita, a la generosidad de una mujer que acababa de ser madre y había sacado horas de debajo de las piedras para presentarnos lo que, según su criterio, debe ser una compañía de baile: un ejercicio coral donde la coreógrafa y directora, cuando saca a alguien al escenario, ya sea para desplazar una silla o para bailar “En el café de Chinitas”, está narrando algo con una técnica impecable y no deja nada al azar con el objeto de que, por paradójico que resulte, surja así la improvisación y la belleza más espontánea. Una lección que muchos grandes bailaores olvidan, por desgracia, cuando convocan a figurantes y amplios elencos a su alrededor.

Están de suerte los jerezanos por recibir ahora este montaje sabio y aparentemente sencillo con el que una de las intérpretes más innovadoras del panorama flamenco templa su genio y sus inquietudes para invocar otros tiempos: aquellos días de 1931 donde nacieron unas coplas que han pasado de generación a generación sin perder un ápice de su sinceridad extrema y su reconfortante hermosura.

Rafaela Carrasco regresa al Festival de Jerez el viernes 5 de marzo a las 21:00. Teatro Villamarta

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